"El 31 de julio de 1944 el avión que pilotaba Antoine de Saint-Exupéry cayó a las aguas del Mediterráneo cerca de las costas de Francia. Sus restos mortales nunca aparecieron. “Pero sé que verdaderamente volvió a su planeta, pues, al nacer el día, no encontré su cuerpo” (El Principito, New York, 1943).
Había nacido en Lyon el 29 de junio de 1900. Su padre era vizconde y ejecutivo de una compañía de seguros. Su madre tenía gran sensibilidad para las cosas de las artes. Cuando sólo tenía cuatro años Antoine perdió a su padre.
Como veinteañero entró al servicio militar y tiempo después se hizo piloto. Desde 1926 voló los aviones de
Su actividad fue decisiva para el establecimiento del servicio aéreo de correspondencia entre América del Sur y Francia. Desde
En 1931, en Buenos Aires, casó con la salvadoreña Consuelo Suncín (25), que venía de enviudar de dos matrimonios. Es la dama que inspira los comentarios sobre “la rosa”, un enigma interesante que habita entre las páginas de El Principito.
Cuando llega
En
Pero la gente no quedó convencida de la autenticidad del hallazgo. Las autoridades francesas, sin embargo, intensificaron la búsqueda en el probable lugar del accidente. Cinco años después del asunto de la pulsera, localizaron y extrajeron del mar los restos de un avión militar que se identificó, sin duda, como el de Saint-Exupéry. Habían pasado más de sesenta años de su desaparición.
Ahora quedaba claro que la aeronave había sido abatida en una acción de guerra y que su piloto murió como un héroe. Seguía sin saberse el nombre del piloto que había derribado el avión francés. Tampoco se encontraron rastros del cuerpo de Saint-Exupéry.
El misterio de la caída del avión se mantuvo hasta marzo de 2008, cuando un piloto militar alemán – que había sido apasionado lector de los libros de Saint-Exupéry – reveló que había sido quien disparó contra el avión francés y lo abatió. El 31 de julio de 1944 no sabía que estaba acabando con la vida del escritor que admiraba. Pero desde que lo supo, guardó esos dolorosos recuerdos hasta que, ya cerca de su muerte, decidió confesar su desgraciada intervención en aquel hecho.
Pero los restos mortales de Antoine de Saint-Exupéry nunca aparecieron.
La leyenda cuenta que ese destino estaba anunciado en los últimos párrafos de “El Principito” publicado un año antes de su muerte."
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José María del Rey Morató (*)
(*) Nosso colaborador, Dr del Rey, já dispensa apresentações...
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