Foto Marcelo Freda Soares - http://www.diariodecanto.com/ |
La senõra de Pueblo Alonzo
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José María del Rey Morató .
Pueblo Alonzo tiene un solo habitante; es «el lugar menos habitado del departamento de Paysandú», según el Censo 2011. Pueblo bien plantado sobre la Cuchilla de Haedo, piedra, aire y sol. Soledad y silencio. Águilas y cuervos.
Cuarenta años pasaron de la última vez. En aquellos tiempos le decían La Hilera. Conoció a varios de sus habitantes: Mario Silva, su señora Isabel, el hijo de Beco y su señora, los Acuña, María la viuda de Donaldo Rodríguez. Todos ellos estaban muy vinculados al Paso del Sauce del Queguay Grande: Mario Silva y el Beco por los viajes en camión o en el taxi, y en todo caso por la puntería –mejor que la de Kevin Costner en el cine– que traía mal a las águilas y los zorros. Había estado en el pueblo varias veces, almorzando en casa de una familia, o a pasar la noche: allí dejaba el auto cuando venía a la estación Tres Árboles a tomar el tren para Montevideo. Una familia de La Hilera atendía la cabina del teléfono, ponía y sacaba clavijas y avisaba demoras de las llamadas de larga distancia. Cuarenta años es mucho tiempo. Alguna vez pensó que debió haber ido de visita, aunque sea a saludar. Tiene que ir: antes que las paredes caigan, nada se oponga al viento, el caserío se convierta en escombros y cantos rodados… ¿cuánto falta para tocar la tierra, llegar al polvo?
Por eso ahora, noviembre de 2011, estaba de regreso en Pueblo Alonzo. Según los diarios un solo poblador, una mujer, quedaba en el pueblo. Recordaba que en el Censo 2004 figuraban viviendo allí trece personas; algunos se habrán mudado a otros pueblos, de otros había sabido, tarde, de su muerte. Pero le costaba creer que sólo quedara un habitante.
¡La Hilera! El nombre viejo, porque sus casas estaban construidas en línea, sobre un terreno alargado enmarcado entre la vía del ferrocarril y la continuación de Ruta 90 que desde 2004 se llama “Ruta de los Charrúas”. El pueblo está en un lugar alto, del lado derecho del camino, a dos kilómetros de la estación Tres Árboles en dirección a estación Merinos. Las casas eran pocas y sus frentes daban al camino y los fondos hacia la vía. Del otro lado del camino pastaban los ganados de una estancia; lo mismo, al otro lado de la vía: vivir en La Hilera era estar en el medio del campo. Los pobladores salían de sus casas e iban al fondo del terreno para saludar a la gente que pasaba en ferrocarril. Por ese lado también pasaba el sol, y allí ponían a secar las ropas recién lavadas; las doñas se quejaban porque las locomotoras echaban mucho humo cuando aceleraban para subir el repecho.
Cuando llegó y se bajó del auto vio que, en efecto, sólo había cuatro casas. También hay molino, un tanque, una bomba. Tienen energía eléctrica. Pero no se ve a nadie. «Tienen energía eléctrica», se repitió; pero ¿quiénes?
–¡Hola! ¿Hay gente?
Apareció una mujer, relativamente mayor; la única persona que salió. Se ve que vivía sola. No la conocía y la mujer lo miraba, aunque no parecía molesta ni dijo palabra alguna.
Entonces, tuvo que aceptar lo que veía: «Quedan sólo cuatro casas. Tienen electricidad y agua. Vive sólo una señora». Lo que le habían contado era verdad.
Miró de nuevo a la mujer, que se mantenía en la misma: desde la soledad y el silencio, su rostro sobre la serenidad absoluta: lo miraba y nada más. Entendió que era momento de irse. Nada de fotos.
La miró sin desconcierto ni preguntas, pero bien.
Cuando se iba, pensó: «La señora de Pueblo Alonzo».
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José María del Rey Morató,
Montevideo, Uruguay, 2011.
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Foto: Marcelo Freda Soares - http://www.diariodecanto.com/.
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