Fotografia Alexendre S Gomes |
José Fructuoso Rivera, o Don Frutos
* Montevidéu, 17 de outubro de 1784 — + Melo, 13 de janeiro de 1854
Aldyr Garcia Schlee: Don FRUTOS - Romance
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José María del Rey Morató
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El distinguido escritor brasileño publicó este libro en Edições ARdoTEmpo, Porto Alegre, 2010. Está ilustrado con dos imágenes del protagonista: una pintura atribuida a Hermann Rudolph Wendroth y una litografía de Risso (“Retrato del Brigadier General Fructuoso Rivera”). Garcia Schlee ha sido profesor universitario en ciencias humanas y literatura. Vencedor dos veces en la Bienal de Literatura Brasileña (1982 y 1984), recibió cuatro veces el Prêmio Açoriano de Literatura (1997, 1998, 2001 y 2010).
Este libro es una novela histórica. Esta obra extensa, producto del trabajo de muchos años, recrea la historia con los detalles que permiten presentar una construcción del pasado y su memoria con los mismos derechos que si se tratara de una mera crónica de la realidad en la que se apoya. Porque el autor –a lo largo de sus quinientas once páginas– tanto describe como inventa, tanto habla de aventuras como de recuerdos, tanto relata la historia real como la fama que de ella se deriva y consigue que convivan las cosas de los documentos con las otras que colorean los cuentos.
Fructuoso Rivera (Don Frutos) había sido el primer presidente constitucional de Uruguay (1830-1834) y cuatro años después fue el tercero (1838-1842). Más tarde, las vueltas de la política, agitadas por intereses y ambiciones, llevaron a su detención por sus correligionarios (1847). Colocado en un barco fue deportado al Imperio de Brasil, que lo alojó como prisionero en la Fortaleza de Santa Cruz. Ahora, 1853, lo llaman de Montevideo, para que integre un Triunvirato con Venancio Flores y Juan A. Lavalleja.
El autor propone a los lectores compartir la recomposición y reconstrucción de las imágenes prodigiosas de esta historia/ficción. Es una apuesta valiente. Porque Rivera fue un protagonista de la revolución sudamericana, actuó en los espacios rioplatenses y del Sur de Brasil durante más de cuarenta años (1811-1854) y en todos lados dejó amigos y adversarios. Con documentos, testimonios, recuerdos y leyendas relativas a Don Frutos pueden llenarse varios cajones: este libro ofrece mucho de todo lo que está documentado, y también de otras imágenes que el tiempo ha visto rodar por ahí y se conservaron de alguna manera.
El relato se abre en el invierno de 1853, cuando Don Frutos llega a la localidad de Yaguarão en Rio Grande do Sul. Se describen los detalles de su alojamiento en esa población limítrofe con el Uruguay y se pasa revista a las varias personalidades que se presentan allí, de un modo o de otro, para visitarlo.
Un baúl misterioso se coloca al lado de la cama de Rivera en su alojamiento en Yaguarão: es el que llevó cuando lo deportaron a Rio de Janeiro y ahora viene en su regreso a Montevideo. Ocupa un lugar importante en esta obra: contiene los documentos que Rivera conserva, y a su manera explican todas sus actuaciones públicas. En su habitación de Yaguarão también colocan cierto artefacto, un mueble de madera, que sirve a un médico inglés para observar sus deposiciones y poder seguir la evolución puntual de la mala salud de Rivera.
Para que los lectores podamos acompañar mejor la propuesta del autor, cada uno de los capítulos se encabeza con un texto de las coplas de Jorge Manrique (siglo XV) compuestas a la muerte de su padre, algunas conservadas en versión original, otras adaptadas en parte al caso de Don Frutos. En esos versos están la vida y la muerte, el honor y la memoria, el final y la continuidad. La poesía acompaña la narración y aporta unas claves que nos acercan al alma del protagonista y, por cierto, establecen una cierta comprensión entre el lector, el protagonista y el escritor.
Dom Frutos, "óleo sobre madeira" |
Haciendo pie en aquellos días de Don Frutos en Yaguarão la novela va para atrás y recuerda: el nacimiento de Fructuoso, su niñez, los amigos, el descubrimiento de la vida en el campo, el ganado, los perros cimarrones, las andanzas de los charrúas, el sobrino Bernabé, la conquista de las Misiones, las cuarenta batallas que dirigió contra españoles, argentinos, portugueses, brasileños, orientales…
La novela termina en la crónica de la llegada de los restos mortales de Don Frutos a Montevideo en el verano de 1854: el cortejo, el velatorio, su entierro en la Catedral, la leyenda colocada en el túmulo. En ese punto que cierra la historia de Fructuoso Rivera, el dr. Garcia Schlee pasa en paralelo el último diálogo que pudo haber habido entonces entre Don Frutos y su secretario Pedro Onetti. Hablaban de la vida y la muerte, las batallas, los hijos, la gloria…
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– Me diga outra cousa, Pedro: quem se lembrará de tudo isto?
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José María del Rey Morató
Doctor en Derecho y Ciencias Sociales
Uruguay
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