6 de janeiro de 2011

A fronteira invisível - IX, Quiroga: La interminable maravilla de contar

Horacio Quiroga (Salto, 1878- Buenos Aires, 1937) sigue gustando a miles y miles
de lectores que disfrutan de sus cuentos y de su manera de contarlos.
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QUIROGA: LA INTERMINABLE MARAVILLA DE CONTAR
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Recordar mi salón de clase de 2.º grado (1948) con sus paredes cubiertas pintadas con los temas  de Quiroga: tigres, anacondas, pelícanos, yacarés y el monte, siempre el monte y el bañado...  Recordar los vitrales del hotel “Horacio Quiroga” -en el Lago del Salto Grande- en los que el sol atraviesa los paisajes misioneros de sus cuentos… Volver a leer “El hijo” después de tantos años de haberlo leído por primera vez…
Quiroga cuenta la historia de “El hijo” en dos escenarios: el sol de verano en Misiones, el monte, la linde de cactus, la picada roja, el bañado, garzas, tucanes, yacú-toros y surucuás, los alambrados, el abra de espartillo. «Es un poderoso día de verano en Misiones con todo el sol […] el padre abre también su corazón a la naturaleza». Y en ese escenario físico, natural, el narrador termina su historia  –para los lectores– con la imagen del hijo «con las piernas en alto, enredadas en el alambre de púa» muerto desde hace horas.
El otro escenario se abre después de que el hijo sale de la casa: la mente del padre que sabe, recuerda, confía, teme, «esboza una sonrisa al recuerdo», «sufre desde hace un tiempo alucinaciones»… En la mente del padre la historia termina bien, porque el narrador nos cuenta que imagina un final feliz, acompañado de su hijo, antes que la verdad llegue a su conocimiento.
El autor salvaguarda en todo caso la credibilidad, la verosimilitud del relato. De un relato que viene a desembocar en dos finales porque la historia venía transcurriendo en dos escenarios. En cada escenario se había generado un ambiente distinto y en cada uno de los escenarios la historia arribó a un final diferente.
Está claro que en “El hijo” Quiroga dejó de lado algunas de las recomendaciones usuales y un poco lineales que suelen dirigirse a los compositores de cuentos, tanto por la variante de los dos escenarios como por la solución de los dos finales. Pero, si se analiza el texto intentando entender la actitud de su autor, las condiciones de la buena narrativa aparecen bastante bien conciliadas.
         Quiroga integra dos visiones: la que recoge las realidades externas físicas, naturales y también la que atiende a realidades internas, mentales, sicológicas. Y es en la integración de esos dos órdenes de realidades, dimensiones o escenarios donde sigue deslumbrando la maravilla de contar propia de Quiroga: victoriosa de los años y de las exigencias de las modas. Como una maravilla interminable.
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José María del Rey Morató
Uruguay
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