17 de dezembro de 2010

A fronteira invisível - VIII, Las palabras de Máximo Tavares

 
Isla de las Calagualas (costas del río Rio Queguay Grande) óleo sobre tela do autor
.
LAS PALABRAS DE MÁXIMO TAVARES
Máximo Tavares habla, 
y los potreros del Queguay toman vida...


El río aumenta su caudal, el monte se agita con el viento, los cerros parecen crecer y hacerse más altos… los manopeladas que sestean en las ramas de los sauces altos abren sus ojos, el aparecido del aljibe vuelve a las andadas…el carnero da vueltas de cambote, el caballo cabortero tiembla y relincha ante la presencia humana,  y el león bayo que se come todos los años cientos de corderos, despierta hambriento para iniciar una nueva cacería.

Sin esas palabras suyas, seguirían inertes grandes espacios de soledad y silencio, campos con poca gente, taperas y sepulturas, alejados de todo por el lento y fatigoso camino de tierra y piedra, más de ésta que de aquélla.

            Máximo Tavares es un hombre alto, casi lampiño, cabello castaño levemente ondulado, frente comba, largo rostro algo aplastado, boca y dientes grandes, bigote con pocos pelos. Se adivina su ascendencia charrúa y brasileña.

El entorno en que se mueve, –los Potreros del Queguay–, son campos de cañadas y pequeños cerros, entre los que destaca el Cambará, guardián del Paso del Sauce. Más al oeste, después de la cañada de las Tierras Blancas, está la meseta de Fondo Grande, frente a la horqueta formada por el arroyo de los Corrales y el río Queguay.

Se va a esos campos por el viejo camino real, después de cruzar el río por el Paso del Sauce, que es la entrada principal y pública. Dos leguas al oeste, cerca de la cañada de las Tierras Blancas, algunos mapas nombran el Paso de García: en otros tiempos, acortaba las distancias con la estación y pueblo de Los Merinos.

Otro lugar para entrar, puede ser la picada de la Isla de las Calagualas; pero sólo ve pasar reservadamente algunos pocos baqueanos. Es fácil perderse en el monte o romperse la ropa con las uñas de gato, florecida en primavera y verano, y que Tavares, familiarmente, llama ñapindá.

Escuchamos sus cuentos, y eso que da algún trabajo que abra la boca y decida largar sus palabras. «¡Ajá!», la expresión más repetida en boca de Tavares puede querer
decir “sí” o “gracias” o “me parece bien” o  “vamos para allá”. O cualquier otra expresión de conformidad, admiración, agradecimiento o afirmativa en general.

Si alguien dice «¡Qué lindo trote tiene su caballo tubiano!» probablemente reciba como comentario apropiado la apretada respuesta de un ¡Ajá!  Y si le ofrece un cigarrillo, también recibe el ¡Ajá!  Claro, después de conocerlo, con eso alcanza para entenderlo; no pretenda usted entablar con él conversaciones más largas.

Sin embargo, sí le gusta hablar consigo mismo; a solas, claro. Muchas  madrugadas, se levanta a eso de las tres o tres y media –antes que los demás–, para tomar mate tranquilo. Solo, y a la luz del fuego, con sus manos curtidas, proyecta sombras chinescas  sobre la blanca pared encalada de la habitación donde está el fogón. Sus mejores logros son la liebre asustada que mueve las orejas, la tortuga morrocoya que camina despacito y saca y mete la cabeza, y el loro barranquero que se hamaca de costado. Se carcajea, a veces, con discreción, y en todo caso, en esos momentos se siente feliz.

Si hay otras personas presentes, aunque sean sus compañeros de trabajo de todos los días, deja de conversar para adentro. Cuando llega la hora, camina con los demás hacia el piquete, con el bozal y cabresto en la mano. A veces dice:

–Pégueme unos chirlos, porque hoy don Máximo amaneció medio perezosito.

Cumplido el pedido, reinicia su marcha hacia el corral, agarra caballo, lo ensilla y está pronto a salir bien dispuesto, para donde el capataz ordene.

Cuando alguien le pregunta si este sábado va a ir al pueblo, puede ser que muestre el esbozo de una sonrisa. Y conteste, medio de lado: 

-Ajá… a visitar madres.

Si le fue bien, el lunes anda contento. Si las cosas no salieron, y le buscan la lengua lo suficiente, pueden escucharle, en una de ésas, que comente algo así como:

-Las viejas andaban con obligaciones. Ajá.


Cuando dejó de oírse en el pago su voz, pareció que con él, se habían ido todas esas cosas juntas. Ese día el sol viajó más rápido hacia el ocaso, los arroyos y cañadas se volvieron remolones, el verde de los campos se marchitó; la gente que lo conocía, las taperas y las sepulturas, quedaron envueltas en más soledad y más silencio.

Al amanecer del otro día, comprendieron que el lugar había perdido su magia.
____________
José María del Rey Morató - Uruguay




3 comentários:

Unknown disse...

Muy bien.
Parece que conosco "los potreros del Queguay". Parece que conosci Maximo Tavares.

José Maria del Rey Morató disse...

Bienvenido Pedro: dices que conoces "los potreros del Queguay" y a Máximo Tavares. ¿Cómo es eso?
Me gustaría seguir esta conversación.
Por ahora te digo: gracias por compartir tu comentario sobre la vida en la "fronteira invisíbel".

Unknown disse...

O Rio Queguay e o arroio corrales me são famliares. Cruzei inúmeras vezes por "El puente angosto". Se bem me recordo ficam nas "rutas" ou de Rivera a Tacuarembó, ou daí a Paysandú. Sucede que tenho uma ascedência familiar portenha, e o caminho mais curto de Santa Maria a Bs As é exatamente por Rivera/Tacuarembó/paysandú. Quanto ao Máximo, é um personagem semelhante a alguns que aqui vivem, e que conhecemos, também com expressões características.
Um grande abraço gaúcho ou como se diz por aqui: Un fuerte "quebra-costillas".
Que deus te abençoe e Feliz Natal e Ano Novo.